En contra de algunas afirmaciones, con La casa de Bernarda Alba Federico García Lorca no renunció a su búsqueda de un teatro innovador y rupturista con las limitaciones de la escena de su tiempo. Este «drama de mujeres en los pueblos de España» alcanza un equilibrio magnífico entre las convenciones dramáticas heredadas y la vanguardia. Tragedia griega, teatro clásico español o drama rural del Novecientos forman los cimientos de una casa amueblada con elementos del teatro idealista y simbolista, con esquinas de perspectiva cubista y habitaciones donde viven mujeres con un mundo pasional en el que palpita la furia surrealista y se insinúa el gesto del existencialismo.
La finalidad social también está presente en la denuncia desgarradora de las desigualdades, sobre todo con el ejemplo máximo de un mundo que ha enjaulado a la mujer detrás de las rejas del fanatismo religioso, las leyes del patriarcado y los intereses económicos. Atrapadas en un tiempo de proporciones infernales y eternas, recluidas en una arquitectura trazada con las líneas opresivas del deseo insatisfecho y como resultado de la represión sexual que unifica las identidades de estas mujeres, el Eros irrumpe con una fuerza imparable entre las paredes de un hogar por las que chorrea el agua sexual de una sed nunca satisfecha.
La masculinidad se proyecta como una figuración simbólica y arquetípica, pero también cobardemente derrotada con la huida final de Pepe el Romano entre la oscuridad y las alamedas, después de haber desencadenado la desgracia, individual y colectiva, de la familia Alba. El conflicto entre la libertad y la autoridad, entre el espacio cerrado y doméstico y el espacio abierto de la esfera pública, se clausura en las habitaciones interiores de la casa, en los refugios insatisfactorios de la locura, aunque pueda tratarse de un estado de lucidez, y de la mujer, a pesar de que suponga una acción conciente, individual y rebelde como la del suicidio. La creencia en la condición trágica del destino del ser humano, condenado a la frustración de los deseos más profundos y a la limitación de la muerte, encuentra uno de sus mayores ejemplos en La casa de Bernarda Alba. La unión entre Eros y Tánatos que García Lorca siempre consideró una dialéctica esencial e implacable.
Manuel Aznar Soler
Catedrático de Literatura Española (UAB)
y José Ramón López García
Profesor asociado de Literatura Española (UAB)