Cinco mujeres de 40 años, cinco princesas desheredadas se encuentran en el escenario provocando un torrente de confesiones “inconfesables”, de números musicales surreales y de emotivas escenas en las que, poco a poco, van recuperando su curiosidad por “el otro”, el que está enfrente, que no es sino “uno mismo”.
“Torrijas de Cerdo” trama así un tapiz, entre lúdico y trágico, de unas vidas salpicadas de pequeñas grandes cosas. Un mosaico en el que se pretende descifrar con mucho humor, música y emoción, el misterio primero de la existencia: ¿estamos aquí para ser testigos de nuestro propio sufrimiento?
¿Debemos disfrutarlo o compadecernos?
El espectáculo se convierte así en un “postre religioso”. Una torrija. dulce, ritual, deliciosa e indigesta. Como la vida.