Alicia Lázaro
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Alicia Lázaro Finalista del premio a Mejor Dirección Musical de la XV edición 2012

… y al cabo viene la Muerte
que no nos dexa ninguno.

(J. de la Encina, Todos los bienes del mundo)

La obra musical más antigua que conservamos sobre el tema de la muerte - Ad mortem festinamus - está contenida en el Llibre Vermell de Montserrat, una colección de diez danzas que los monjes del monasterio utilizaban seguramente para uso de los romeros. A finales del s.XV, esta melodía fue copiada en un fresco del monasterio de San Francisco, en Morella, y aparece también en dos manuscritos alemanes de principios del XV, constituyendo, como apuntan M.C.Gómez y F.Massip, una primera “versión oficial” europea, de lo que será, en siglos sucesivos, la popular Danza de la Muerte.

Las descripciones de los Triunfos de la Muerte, comparsas macabras y celebraciones similares realizadas desde el s.XIV al XVI nos muestran el papel que la música tenía en estas escenificaciones, y los instrumentos habitualmente utilizados para acompañar el canto y la danza.

Los expertos establecen que hacia fines del s.XV, la danza de la muerte, que se presenta ya por parejas, es la muy extendida morisca, relacionada con los matachines del s.XVI-XVII, que aun se bailan en Méjico. Fuentes musicales son también los libros de laúd, que contienen colecciones de danzas, y los cancioneros españoles, que recogen textos como el de Juan de la Encina que encabeza este texto, y que aluden a la muerte.

Rastrear los motivos musicales, las canciones, danzas y ritmos, que pudieron acompañar estas comparsas macabras, que derivaron de ellas, o que tuvieron alguna relación temática, coreográfica o musical, y establecer así una base musicológica sobre la que construir la música y los sonidos de este espectáculo, fue la primera aportación musical a este nuevo proyecto.

En esta búsqueda, hemos barajado músicas que van desde el Llivre Vermeil a la Venecia del siglo XVII, con los matachines convertidos en personajes de la Comedia del Arte, una tradición que se extiende a la escena barroca española. Hemos escuchado cantos populares, ritmos de danzas que aún perviven, bailes de niños difuntos, y estudiado relaciones entre matachines, morescas y danzas de bufones. Hemos rastreado en los cancioneros textos castellanos que contienen desde la alusión directa a la muerte, a la cita o la parodia del Oficio de Difuntos.

Con todo esto, las vías posibles se ampliaron considerablemente, y acotar el trabajo fue la siguiente tarea. La cita del conocido Ad mortem festinamus del Llibre Vermell parecía obligada, pero afinar la música que corresponde mejor a cada personaje llamado a este Danza Macabra, parecía muy necesario.

Las danzantes y el salmista de la entrada inician la ceremonia entonando la primera Antífona y Salmo 114 con que comienzan las Vísperas del Oficio de Difuntos: Placebo Domino in regione vivorum. Las plañideras, contratadas para llorar a los muertos, eran llamadas precisamente Placebos (y este término pasó después a la terminología médica, para denominar el efecto de fingimiento).

Nuestras Placebos danzan sobre un ritmo similar al de la danza de espadas popular de Cantabria y norte peninsular.

El hilo conductor de los personajes eclesiásticos proviene del cantollano del Oficio y la Misa pro Defunctis, al que hemos añadido citas polifónicas de Antoine Brumel (el primer Dies Irae en polifonía conservado y la Comunio, de su Misa de Requiem), Ockeghem (Introito Missa pro Defunctis), Josquin Desprez (De profundis), y Cristóbal de Morales (Invitatorio del Oficio de Maitines de Difuntos).
El rey danza a los compases de Mortal tristura me dieron de Juan de la Encina, que contiene el motivo del Circumdederunt me doloris mortis que los danzantes entonaron a la entrada. El portugués Pedro de Escobar y algún otro anónimo del Cancionero de Elvas parecían obligados en esta cita hispano-portuguesa, en la que la Danza de la Muerte hispana se combina con textos de las Barcas de Gil Vicente, quien nos proporciona también dos villancicos castellanos citados directamente en la Barca da Gloria: Nunca fue pena mayor y Lo que queda es lo seguro.

Rabino y alfaquí danzan con músicas construidas sobre melodías tradicionales. Al más “refinado” de los personajes civiles, el corregidor, se asignó música de Guillaume Dufay, que no podía faltar en este viaje. El Daca bailemos de Juan de la Encina refleja bien el carácter del labrador, como Pásame por Dios barquero de Escobar el de la esposa al fin enamorada. El embarque definitivo de los personajes se realiza al son de la danza De Doot (La Muerte), que aunque proviene del libro de laúd Thysius, tiene un sospechoso parecido con los conocidos Matachines o Buffons del tratado de danza de Arbeau. Finalmente, de Italia - aunque con cierto carácter hispánico - nos llega la música de la partida: la Calata alla spagnola de Joan Ambrosio Dalza, y Voga la galiera del Cancionero de Montecassino, relacionado con la corte aragonesa de Nápoles.

Sirva todo ello al montaje de este espectáculo, y también de homenaje a tan estupendos músicos como los que aquí convocamos... y los que faltan a la cita, porque no caben en la Barca.

Et lux perpetua luceat eis

Alicia Lázaro

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