Somorrostro parte de la idea de la fragilidad de la identidad y del olvido de la memoria. Tomamos como punto de partida el Barrio de Somorrostro de la Barceloneta de los años 50 que representaba la identidad de un pueblo inmigrante inmerso en una situación de crisis y supervivencia de la cual surgía una gran riqueza artística y cultural. Un ejemplo es la excepcional bailaora Carmen Amaya, que mostró al mundo entero la expresión de una identidad escondida entre el gran tejido barcelonés.
En cuanto el barrio fue derrocado, el olvido borró los rostros de aquellas identidades que la formaban, sin dejar rastro de lo que fueron, naciendo de sus escombros una nueva realidad.
Y ante esta pérdida de identidad, el arte se convierte en un motor contra el olvido de la memoria y preserva el espíritu de un identidad.
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