El exministro Rafael Velasco, diputado y portavoz de su grupo, es culpable, pero no se arrepiente: ha hecho lo que había que hacer, como otros muchos. Desde sus comienzos comunistas, pasando por el socialismo hasta la derecha, han pasado cuarenta años, vividos intensamente junto a su mujer y su hija, la joven promesa que va a sentar las bases de la política de futuras generaciones. El único problema es que ella desconoce la verdad.