Antonio Gala es uno de los creadores más populares y prolíficos de la literatura española actual. Su caso es sumamente peculiar, pues es uno de los escritores más leídos, vistos y oídos; porque junto a su escritura y su teatro, también fueron decisivos los bellísimos y originales guiones escritos para TVE (Si las piedras hablaran y Paisajes con figuras) así como sus intervenciones televisivas y sus artículos periodísticos.
¿A qué se debe esta fama? A su inteligencia, tan sutil; a su sensibilidad a flor de piel, a su hábil, exacto y maravilloso uso del lenguaje y a su maestría para comunicar su pensamiento, inquietudes y sentimientos. En sus textos se mezcla un profundo sentir de la tradición popular junto a formas muy cultas, con un ingenioso manejo de las figuras retóricas. Todo está calculado y hábilmente trenzado. De ahí su facilidad para comunicarse con el público y el clima de complicidad que crea.
Esta complicidad proviene tanto de lo que dice (temas eternos a veces, otros comunes y sencillos) como de la forma de decirlo. El contacto poético, teatral o periodístico que mantiene con el público tiene también sus raíces en una realidad que sabe captar de manera certera e ingeniosa para, a través de su aprendizaje vital, guardarla y recrearla en su memoria. Por otro lado, lo que hay de más popular en su obra, de sabiduría profunda, de hedonismo y austeridad, humor y seriedad, desdén y curiosidad, lo ha bebido directamente de sus fuentes; y es que su herencia cordobesa no puede evitarla. Por ello, para el pueblo –esa inmensa mayoría– traslada un mundo con muy distintos acentos, en los que la poesía es el hilo conductor.
A todo esto, Antonio Gala dice que no es escritor por vocación sino por destino, porque así estaba trazado desde el inicio. Después de tres licenciaturas podría haber ejercido cualquier otro oficio –ser ebanista le hubiese encantado–, pero el suyo tenía que ser la escritura. De niño fue castigado y aprovechó la soledad del castigo para escribir un pequeño relato sobre un gato. Leer su padre el relato y levantarle el castigo fue una sola cosa: entonces tomó conciencia de que la literatura servía para algo. Otro momento decisivo en su trayectoria literaria es cuando a los siete años entró en una librería y, tímido pero decidido, pidió Las mil mejores poesías de la lengua castellana. "¿Para un regalo?", preguntó el dependiente. "No", contestó el niño, "para mí".
Y es que para nuestro escritor toda la esencia del arte es poesía y, según el recipiente en que se vierta, adopta una u otra forma. Para él, la poesía es el género más íntimo, delicado, en el que se descubre y por el que se descubre el mundo. Es fuente y técnica, camino y conocimiento que le merecen enorme respeto y pudor. En toda su obra hallamos como tema envolvente el amor y, a través de él, descubrimos el tiempo, la belleza y la muerte.
Su trayectoria teatral es extensa e intensa, sus inicios dramáticos están vinculados a la generación realista desde la que evoluciona hacia otros derroteros estéticos en los que siempre está presente el contexto social. Precisamente, de su estrecha y fuerte unión con la realidad española pasada y presente –recordemos Anillos para una dama y ¿Por qué corres, Ulises?–, deriva y trasciende a temas universales como el amor, la libertad, la rebeldía, la justicia, la frustración y la soledad, a través de una técnica bipolarizadora en la que las dicotomías amor/desamor y esperanza/desesperanza articulan la presencia femenina, imprescindible en sus obras, con la poesía y la estrecha unión de culto y lo popular.
Su relación con la realidad es compleja, a veces la observa para oponerse rabiosamente a ella, otras la rechaza para purificarla; así canta, recita, cuenta o grita, manteniendo dignamente la actitud del escritor comprometido, pero no contaminado. Finalmente hay que hablar de su vitalismo, que se manifiesta en toda su producción literaria y que en su teatro aflora en personajes que se defienden trágicamente de imposiciones absurdas; pero siempre, por dramática que sea la situación, surge el humor como uno de los más eficaces medios de relación con los demás.
Ana Padilla Mangas
Profesora titular de Literatura Española en la Universidad de Córdoba