Las artes escénicas y audiovisuales de nuestro país lloran hoy la pérdida de una de sus grandes maestras. Alicia Hermida ha fallecido a los 89 años en la residencia para mayores de Villanueva de la Cañada en la que vivía junto a su marido, el también actor Jaime Losada. La actriz madrileña dejó huellas imborrables en la televisión y en el campo de la docencia, a través de su escuela homónima de interpretación, pero a lo que dedicó toda su vida fue a su gran pasión, el teatro, que siempre le reconoció su labor (entre otros galardones, recibió el Premio Max en 1999). Muy joven, después de terminar el Bachillerato, se enroló en la compañía del Teatro María Guerrero y pronto comenzó a destacar gracias a sus papeles en Plaza de Oriente de Joaquín Calvo Sotelo, Las flores de los hermanos Álvarez Quintero, Medida por medida de Shakespeare, La hora de la fantasía de Anna Bonacci, El diario de Ana Frank de Frances Goodrich, César y Cleopatra de Bernard Shaw, La casamentera de Thornton Wilder, La viuda valenciana de Lope de Vega, El jardín de los cerezos de Chéjov, el Don Juan Tenorio de Zorrilla o La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca, así como varias obras del polifacético Jaime de Armiñán (Pisito de solteras, La pareja). De la mano del autor madrileño y el guionista Noel Clarasó realizó sus primeros papeles televisivos, en las series Galería de esposas, Mujeres solas, Chicas en la ciudad y Confidencias, llamando la atención de los distintos estudios de Televisión Española y confirmando los 60 como su etapa de mayor efervescencia. Son recordadas sus numerosas participaciones en proyectos de teatro televisado como Estudio 1, Teatro de siempre y Novela, además de su papel en la serie Cristina y los hombres.
Los 70 la ven apartarse más del foco público pese a contadas apariciones sobre las tablas, pero en los primeros 80 vuelve a la carga con nuevos papeles y dirigiendo su primera obra junto a su ya marido Jaime Losada (Kikirikì… un cequì). También intensificando su presencia en la gran pantalla, participando en películas como Gary Cooper, que estás en los cielos de Pilar Miró, Las bicicletas son para el verano de Jaime Chávarri o El bosque animado de José Luis Cuerda. Pero su gran proyecto será, en cualquier caso, resucitar La Barraca, la mítica compañía-troupe fundada por Eduardo Ugarte y Federico García Lorca en 1931, en los albores de la Segunda República. Una empresa ambiciosa con la que recorrió los escenarios míticos por los que pasó la compañía ambulante y que terminó reformulando hasta convertirla en la Escuela de Interpretación Alicia Hermida.
Los reconocimientos comenzaron a llegarle en la década de los 90. La Muestra de Cine del Mediterráneo de Valencia la otorgó el Premio a Mejor Actriz en 1993 por su papel en la tragicomedia rural de Vicent Tamarit El hombre de la nevera. Mientras tanto, continúo compaginando papeles en películas como Malena es un nombre de tango de Gerardo Herrero o Carreteras secundarias de Emilio Martínez Lázaro con importantes papeles teatrales en La gata sobre el tejado de zinc de Tennessee Williams o El retablillo de Don Cristóbal y Bodas de sangre de Lorca. Su papel en Divinas palabras, de Valle-Inclán, le valió en 1999 su primer y único Premio Max, a la Mejor Actriz de Reparto. No fue, sin embargo, la última vez que fuera nominada: repitió candidatura al premio de la Fundación SGAE en 2007 y en 2008, de nuevo por su papel en Divinas palabras y en la Fedra de Racine (que sí le llevó a casa el Premio de la Unión de Actores); y en 2005 postuló al Max a Mejor Actriz por su protagonista en Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores, de Lorca.
Por entonces ya estaba en las cabezas de todos por interpretar a Valentina en la popularísima serie de TVE Cuéntame como pasó, papel que le valió dos Premios de la Unión de Actores, una nueva etapa de popularidad con otros proyectos de TVE como Las chicas de oro o la adaptación de Marco y un pase de acceso privilegiado a la cultura popular de una nueva generación de espectadores y creadores que se cristalizó en su aparición como Fina en la Paquita Salas de los Javis, su último papel. Ya era icónica. A partir de hoy, también es eterna.