Sobre la feminidad y la sostenibilidad con uno mismo y con los demás

Sobre la feminidad y la sostenibilidad con uno mismo y con los demás

María Velasco deslumbra, confunde y provoca en ‘Talaré a los hombres de sobre la faz de la Tierra’, Premio Max a la Mejor Autoría Teatral 2022

La dualidad que puede existir entre el adentro y el hacia fuera es, en el fondo, todo lo que construye la dramaturgia de Talaré a los hombres de sobre la faz de la Tierra. El contraste que existe entre lo orgánico y lo fabricado, entre el mundo y uno mismo, entre la vida y la muerte, entre el vergel y el suelo desertificado resquebrajándose. Entre la piel, expuesta al mundo y a su fuerza erosiva, y lo que está bajo ella, ardiendo de vida –suena Piel de Arca, y se marca el tono experimental del espectáculo–. Todos estos contrastes se plasman en la escenografía queriendo simular imágenes oníricas y perturbadoras, a la manera del cine de autor francés o ruso: mientras la protagonista vive su periplo vital desde la pérdida de la inocencia hasta la entrada en la mediana edad, un bosque cada vez más ajado parece absorber todo lo que rodea su vida, su familia, sus amantes, sus profesores, sus clientes…

El texto está publicado en la colección
Teatroautor de la Fundación SGAE.
Empezar a leer

Es una buena manera de asir la complejidad estructural de un texto concebido en el VIII Laboratorio de Escritura Teatral de la Fundación SGAE. María Velasco ofrece aquí una escritura entre poética y absolutamente contundente que apela a la furia y se engola con un tono reivindicativo y apelativo. Provoca y duele, pero además marea en su forma de contar por fragmentos y a base de símbolos una trayectoria vital que en sí misma es hiperbólicamente trágica pero que del mismo modo se antoja cotidiana y normal. Y es que es muy humano creernos que lo malo que nos pasa es siempre lo peor que nos puede pasar. Talaré a los hombres de sobre la faz de la Tierra, el texto, le valió a Velasco el Premio Max a la Mejor Autoría Teatral en su más reciente edición, y no extraña que el público se levantara en vítores después de su presentación en el pasado Festival de Otoño. Este año regresará a su programación, pero antes recalará en la Sala Cuarta Pared de Madrid, donde ahora mismo puedes disfrutarla hasta el 17 de septiembre, en la Sala Beckett de Barcelona, en Badajoz y en Alicante.

En la Sala Cuarta Pared de Madrid
hasta el 17 de septiembre

Su puesta en escena es a veces lenta y a veces errática y confusa, como lo que sucede sobre el escenario. Y es que es un poco como lo que ocurre dentro de una cabeza que recuerda con frenetismo y exageración los episodios de una vida pasada, de una vida inventada, de una vida vivida sobre la marcha y repensada después. Difícilmente otra persona podría haber trasladado semejante texto a escena, así que ha sido la propia Velasco la encargada de la dirección. Entre medias de todo este huracán de sensaciones brilla con luz propia Laia Manzanares (finalista al Premio Max como mejor actriz en 2019), que da vida a la protagonista y nos conduce de la mano a través de esta fábula sobre el descubrimiento de la madurez desde el punto de vista femenino. Partiendo de una educación sexual y vital pobre, conservadora e hipócrita, la chica busca consuelo en maltratadores mientras trata de reconducir la relación con su madre, descubre su vocación en la literatura y se mete a prostituta para pagarse el doctorado. El sistema la vigila: los hombres, los jefes, los clientes, los profesores… está detrás del cristal de un escaparate y la sociedad es el voyeur. Velasco asimila esta sensación y la devuelve como un puñetazo hacia el público, recreándose en incomodidades que le den tiempo al espectador para reflexionar. Usa el desnudo de una forma conceptualmente reivindicativa, pero también como una provocación por la provocación, apelando incluso a la crítica y cómo conforma la recepción de la desnudez… ya se sabe que una de las mayores vías de alienación para el ser humano es el sexo, y Velasco parece tenerlo bastante claro. Es uno de los temas centrales de la obra: hacia él se apunta desde la educación en las edades más tempranas, desde su torpe descubrimiento y desde el despertar del deseo, desde su trivialización en pos de un futuro mejor, desde el prisma de la prostitución –por muy voluntaria que esta sea–, desde las crisis paternofiliales, desde la propia experiencia de las relaciones socio-afectivas. Todo apunta al sexo y lo relaciona con la explotación de los recursos naturales. Porque un útero no deja de ser la metáfora perfecta para explicar lo que es la madre naturaleza.

Es ahí donde Talaré a los hombres de sobre la faz de la Tierra adquiere una dimensión más elevada. Al relacionar los crímenes del hombre sobre la mujer con los crímenes de la humanidad sobre la naturaleza. Al aunar, en palabras de la propia autora, el “extractivismo de los recursos naturales” con el “extractivismo de los recursos del inconsciente y a subjetividad”. Al final, tan solo se trataba de suplicar un uso sostenible de nuestros cuerpos, de los cuerpos de los otros… de nuestras emociones y del impacto que tienen en las de los otros. De nuestras ilusiones, nuestras esperanzas y nuestros sueños.

El año que viene y como parte de la temporada teatral entrante, María Velasco regresa con una nueva creación para el Centro Dramático Nacional: Harakiri, un estudio sobre el suicidio a través de un grupo de artistas de música, danza y circo.