Antonio Tabares

Antonio Tabares Finalista del premio a Mejor autoría teatral de la XVIII edición 2015

por La punta del iceberg

Tan solo una pequeña parte del volumen de un iceberg sobresale del agua. La parte oculta, la que no se ve a simple vista pero que intuimos bajo la superficie del mar, es la que puede causar catástrofes, provocar naufragios y acabar con cientos de vidas. Entre octubre de 2006 y febrero de 2007, tres empleados de Renault se suicidaron en su puesto de trabajo en la planta de innovación tecnológica de Guyancourt, a las afueras de París. Es cierto que, por lo general, no hay una única motivación para el suicidio y, para qué negarlo, resulta difícil aceptar que el medio concebido para ganarse la vida se convierta finalmente en el detonante que destruye tus ganas de vivir. Pero al mismo tiempo se trataba de muertes demasiado seguidas y con demasiadas similitudes como para creer en una desgraciada casualidad. Y casi de inmediato me vino a la mente la idea de esta obra. Cuando comenzaba a trabajar en las primeras escenas, descubrí con asombro varios casos similares al de Renault, solo que con datos mucho más escalofriantes: quizá el paradigma lo constituya la compañía France Telecom, donde más de cincuenta trabajadores se suicidaron entre 2009 y 2010. Ha sido el caso más aireado por los medios de comunicación, pero ni mucho menos el único. Y en todos ellos asoma, como un motivo recurrente, la presión sobre el individuo a la hora de obtener resultados, la exigencia de productividad, la tensión marcada por la incomunicación... No creo que sea necesario formar parte de una gran multinacional para darse cuenta de hasta qué punto las relaciones humanas en el ámbito laboral pueden condicionar nuestra manera de afrontar la existencia. Lo mismo da que nuestra empresa tenga en plantilla a cinco, a veinte o a mil personas. Lo cierto es que a ellas les dedicamos más tiempo y más atención que a nuestras propias familias y que ese ambiente extrae de nosotros lo mejor y lo peor de lo que somos capaces. Por eso el viaje de Sofía al corazón de su empresa es en realidad un viaje al corazón de sí misma. Y el reconocimiento de que hay algo que no funciona es, en realidad, la constatación de su propio fracaso.

Antonio Tabares

 

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