Laila Ripoll y Mariano Llorente

Laila Ripoll y Mariano Llorente Ganador del premio a Mejor autoría teatral de la XVIII edición 2015

por El triángulo azul

MAUTHAUSEN es el lugar. Doscientos mil prisioneros de todas las nacionalidades de Europa. Más de la mitad murieron. Hubo 7.000 españoles. Murieron en torno a 5.000.

Esta es la historia de unas fotografías. Esas imágenes delatan el horror. Esta es la historia de los deportados españoles que hicieron que esas fotografías delataran el horror y a sus culpables.

Y también música, por favor. Esas bandas de músicas, esas orquestinas que precedían al que iba a ser ahorcado o fusilado. Aquellos trompetistas, aquellos violinistas, aquel sonido regocijante y feliz del acordeón. Música a todas horas: para recibir a los que acaban de bajarse del tren de ganado y para despedir a los que se iban, sin saberlo, directos a la cámara de gas.

En la Navidad de 1942 los españoles consiguieron, por primera y única vez en la historia de los campos, autorización para representar teatro. Sabían que, para sobrevivir, no tenían más arma que su moral y su sentido del humor. No escogieron un gran texto áureo, ni una tragedia universal, no. Los deportados españoles del campo de Mauthausen representaron una revista musical repleta de suripantas, vicetiples y pelucas rubias fabricadas con virutas de madera.

La historia de las fotografías. El teatro y la música. Siete actores y tres músicos. Hay un realismo seco y conciso para contar cómo se pudieron sacar esas fotografías del campo, una intriga, un argumento plagado de inquietud, de miedo, de rivalidad, de heroísmo. Y hay un expresionismo salvaje, casi delirante en esa revista musical cuyo destinatario último es el espectador de nuestros días, obligado a enfrentarse a todo el horror sin nombre de los campos de concentración.

 

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