El paisaje visual y sonoro de Sevilla se convierte en movimiento en un solo de danza que alude a la inocencia infantil a partir del llamado «Baile de los Seises» y de las voces de un coro de voces blancas. La de Sevilla no solo es la mayor catedral gótica del mundo y una de las principales edificaciones de la capital andaluza, sino que también es el escenario de una tradición conocida como el «Baile de los Seises», una danza interpretada originalmente por seis niños (actualmente son diez) vestidos con ropa tradicional del siglo xvi, que solo actúan tres veces el año: por la fiesta de la Inmaculada Concepción, durante el Carnaval y en el Corpus Christi. Los Seises son parte inherente de los recuerdos de niñez de Israel Galván, bailaor transgresor nacido en Sevilla e hijo de los bailaores sevillanos José Galván y Eugenia de Los Reyes, que ha llevado el flamenco a los territorios de la vanguardia y que ahora emplea esta tradición andaluza de raíz religiosa para construir un solo coreográfico en dos partes. En la primera, recrea los paisajes visuales y sonoros de Sevilla a partir de las sonatas para clavicémbalo y pianoforte de Alessandro y de Domenico Scarlatti, del Fandango del Padre Antonio Soler, del imaginario de cuerpos hiperrealistas del pintor sevillano Diego Velázquez y de la inocencia infantil resumida en el «Baile de los Seises». Una segunda parte de la coreografía celebra la belleza y la glorificación del cuerpo a partir de su martirio y consumo, en una contradicción que tiene como fondo sonoro la lectura de poemas sobre el amor, y se concluye con las voces y los silencios de un coro infantil.